Cómo lidiar con el descontento crónico

No te quejes; mejor trabaja más. […] Quejarse no funciona como estrategia. Todos disponemos de un tiempo y energía finitos. Cada vez que nos lamentamos y quejamos es poco probable que alcancemos nuestras metas. Y por supuesto, tampoco nos hará más felices, Randy Pausch.

Hoy podría quejarme porque está lloviendo pero prefiero estar agradecido porque el césped está siendo regado gratuitamente, Anónimo.

Se trata de una variante de las personas pesimistas. Son los que constantemente se quejan de todo y de lo dura e injusta que es la vida. Encuentran errores y fallos por todas partes y no tardan en expresar sus críticas, pero no están dispuestas a mover un dedo para hacer algo al respecto. Nunca proponen nada que pueda solucionar el problema o paliarlo.

Se muestran y sienten aburridos, frustrados, irritables, hartos y sin energía. Encuentran dificultades y obstáculos en cualquier oportunidad, insatisfacción en cualquier situación y actividad, errores y fallos en todo y en todos, y problemas en cada solución o estrategia. Pueden volverse amargados, cínicos y deprimidos.  

Cómo lidiar con el descontento crónico

1. Es terriblemente imprescindible que partamos de la siguiente regla, la gran regla de oro: La persona no va a cambiar. Te lo repito, tenlo claro, no les vas a cambiar. Acepta a estas personas tal como son.

2. Cuando tengan algo contra ti, escúchales con paciencia y atención. Evita caer en su trampa reaccionando a la defensiva, agresivamente, echando la culpa a los demás o discutiendo (no importa si te sientes herido, decepcionado o molesto). Pide ayuda a alguien de tu confianza. Acepta las críticas en las que lleven la razón, muéstrales que les estas escuchando y que tienes en debida consideración sus opiniones, juicios y argumentos, así como, intenta aprender de ellas.

3. Sin embargo, no te culpabilices demasiado pues todos cometemos errores y tu, al menos, eres capaz de aceptarlos y tratas de cambiar, crecer y mejorar. Cualquier tonto puede criticar, condenar y quejarse y la mayoría de los tontos lo hacen (Dal Carnegie), pero es muy difícil seguir hacia adelante cuando la vida se pone dura y perra, estar dispuesto a mejorar, trabajar aún más duro y aprender de nuestros errores, fracasos y experiencias negativas.

4. Considera tus errores como oportunidades para aprender y crecer. Trata de concretar estrategias de resolución de los problemas y conflictos a los que te enfrentas y comprométete en su realización; así, serás un modelo de honestidad, integridad, actitud positiva y ética de trabajo, alguien que inspira un cambio a mejor, influencia positivamente a los demás e impulsa una mejora continua. Más importante aún, no te dejes caer en su área de influencia, donde reina la negatividad, el derrotismo y el pesimismo.  

5. Evita hablar mal de los demás, a saber, de tus compañeros, del jefe, de la empresa, etc. con el descontento crónico. Con esta dinámica puede parecerte que creas una falsa camarilla pero este diálogo no es positivo. Criticar es contraproducente, solo produce desánimo, pérdida de tiempo, amargura y rencor.

6. Se paciente y comprensivo. Sin lugar a dudas existen personas difíciles pero también es cierto que todos pasamos por momentos donde el trato hacia a nosotros se vuelve complicado. ¿Quién ante una enfermedad grave, larga y penosa, la muerte de un ser querido, la pérdida del trabajo, etc. no ha pasado por una mala racha en la que, a cualquiera que se te acercaba, le contabas todas tus penas esperando que fuera tu paño de lágrimas y protestabas de todo y de todos lo que te rodeaban?

   Vamos a poner un ejemplo más ilustrativo. Acabas de pasar por el quirófano, estás preocupado por el resultado de la operación y la evolución de la enfermedad. Te sientes muy dolorido, incómodo y penoso, no solo por la operación sino porque llevas cuarenta y ocho horas seguidas tumbado en la cama y todavía tienes una sonda y el gotero. ¿Cuál es la reacción de los demás al venir a visitarte? Existen muchas obviamente pero existen dos que son claramente inoportunas.

   La primera es, a la primera oportunidad que se nos presenta, indicarle al enfermo que tenemos mucho más males (otras veces referiremos a algún familiar, amigo, conocido, etc.), enfermedades (“Pues eso no es nada. A mí me paso que…”) y calamidades que él y explicárselos con todo lujo de detalles. El mensaje es claro: “Te quejas de vicio/demasiado, yo estoy mucho peor” o “tampoco es para tanto”.

   La segunda reacción es empezar a atosigar al paciente con una letanía de consejos: “Ya verás como mañana te sientes mucho mejor”, “no pienses tanto en la enfermedad/operación, ya verás como todo saldrá bien”, “preocupándote no conseguirás nada, solo te sentirás peor y más débil. Por cierto, te he contado que… bla bla bla… y que… bla bla bla…”, etc.

7. Este estilo de comunicación es inoportuno, improcedente e, incluso, injusto y acarrea, en algunos casos, que el enfermo se ponga aún más nervioso o se enfade. Algunos se sentirán incomprendidos y más solos que la una. Si él o ella simplemente quería sentirse escuchado, expresar que se sentía mal, buscaba alguien que le mostrase su amistad y comprensión. La dinámica de la conversación nunca debería ser un combate para demostrar quién está peor.

   Si visitas a un enfermo a un hospital, escúchale activamente con atención, empatía y cariño para mostrarle que te preocupa, que quieres saber cómo está, que sabes que está pasando por un mal trago. Sustituye las frases anteriores por otras como: “Cuéntame. ¿Qué pasó entonces?”, “¿Cómo has pasado la noche?”, ¿Qué te ha dicho el doctor después de la operación?" Algunas palabras de ánimo pueden ser también muy útiles: “Estás llevándolo muy bien. Con esa actitud tan positiva, estoy seguro que conseguirás una recuperación rápida y completa.” “¡Guau!, yo no sé como estaría si pasara por algo parecido, demasiado bien lo llevas”.