Uno no puede pensar bien, amar bien, dormir bien, si uno no ha cenado bien, Virginia Woolf .
En nuestra sociedad individualista occidental del culto excesivo al dinero, al sexo y a la juventud, donde el canon de belleza está ligado a chicas pálidas, extremamente delgadas, rayando la anorexia y con mucho pecho, donde el éxito y la felicidad se conciben como íntimamente ligados a la apariencia física (al cuerpo diez), no es de extrañar que los trastornos alimentarios se hayan extendido como un virus en una epidemia.
“Aproximadamente 24 millones de personas en los Estados Unidos luchan contra un trastorno alimentario," DoSomething. Además, “un 5% de la población adolescente femenina padece un trastorno de la conducta alimentaria y un 11% más está en riesgo de padecerla,” ACAB.
En general, uno de los grandes problemas es la importancia excesiva de la belleza externa como el gran patrón, a veces, el único, en el que medir nuestro valor, éxito y autoestima. Suelen aparecer en la pubertad, en la presión y el estrés de la vida moderna y en circunstancias especialmente difíciles: exámenes, oposiciones, entrevistas de trabajo, embarazo, divorcio, pérdida del puesto de trabajo, etc.
Además de los factores sociales previamente comentados (donde los medios de comunicación, las redes sociales y la publicidad ejercen una influencia decisiva y muy negativa) existen factores genéticos, personales (baja autoestima, perfeccionismo) y familiares: padres y madres sobre-protectores, obesidad de algún miembro de la familia, clima familiar tenso y agresivo o ruptura de la unidad familiar, falta de empatía y habilidades para la resolución pacífica de conflictos, rigidez, etc.
Existen diversas manifestaciones y trastornos, los más habituales son:
Bulimia: ingesta exagerada de alimentos o “atracón compulsivo” durante un breve espacio de tiempo, al que le sigue sentimientos de culpa, vergüenza, asco y angustia que les lleva a varias conductas compensatorias: ayuno, dietas, vómitos autoinducidos, ejercicio físico excesivo, laxantes, diuréticos, pastillas y drogas para adelgazar, etc. Los atracones se producen al menos 2 días a la semana durante meses.
Anorexia: es la pérdida sustancial de peso (15%-25% peso corporal original) y el rechazo a mantener el peso corporal que le corresponde por su talla y edad mediante el seguimiento de dietas estrictas, realización de un ejercicio físico excesivo y utilización de métodos purgativos: vómitos autoinducidos, laxantes, enemas y diuréticos.
Los sujetos muestran una alteración o distorsión del esquema corporal, se ven siempre gordas aunque estén esqueléticas, un miedo obsesivo a engordar, bradicardia, estreñimiento y amenorrea (pérdida de la menstruación).
Vigorexia: adictos al culto del cuerpo musculoso. Se pasan horas sin fin en el gimnasio para ser un cachas, toman una dieta rica en hidratos de carbono y proteínas, peor aún, se consumen esteroides anabólicos. También, existe una distorsión del esquema corporal, los que la sufren se miran constantemente al espejo y se ven siempre enclenques y debiluchos.
Ortorexia: adictos a la comida sana y ecológica. En este caso, la obsesión no es en la cantidad de comida sino en la calidad.
Se caracteriza por una fijación con comer alimentos sanos, ecológicos y sin grasas saturadas, que estén libres de pesticidas y herbicidas y que no estén genéticamente modificados: alimentos orgánicos, integrales, etc.
Dedican una cantidad insana de tiempo planeando, comprando y consumiendo los alimentos “correctos”. Evitan los alimentos industriales, procesados o que contengan conservantes, colorantes o aditivos y se desplazan grandes distancias para conseguir sus alimentos. Pueden seguir dietas muy restrictivas como el veganismo crudo o programas de depuración. Finalmente, se produce un aislamiento social al no poder salir e integrarse por “no poder controlar” lo que comen en fiestas, restaurantes, comidas de trabajo, excursiones, etc.