Demasiado a menudo desestimamos el poder de una caricia, una sonrisa, una palabra amable, un oído que nos escucha, un cumplido honesto o el más mínimo acto de preocupación, siendo que todas estas acciones tienen el potencial de cambiarnos la vida por completo, Leo Buscaglia.
Tenemos dos oídos mas una sola boca. Algunos sugieren que es porque debemos escuchar dos veces más de lo que hablamos. Otros aseguran que es porque escuchar es dos veces más difícil, Anónimo.
El ser humano es un animal social y, en consecuencia, la clave de su desarrollo, del éxito personal, romántico, académico y profesional radica en su capacidad para una comunicación interpersonal efectiva. Esta incluye la comunicación no verbal, la escucha activa y empática, el diálogo persuasivo y efectivo con clientes, socios y compañeros, los silencios y el lenguaje corporal, etc.
Una escucha auténtica y activa no solo proyecta una imagen positiva de nosotros, también nos permite enriquecernos con lo que escuchamos, evita malentendidos y, por tanto, muchos conflictos innecesarios en las relaciones interpersonales. Además, el que habla observa que nos interesa lo que nos está contando y, por tanto, se sentirá valorado, reconocido y atendido. Podemos aprender ideas nuevas y originales, adquirir más conocimiento y experiencia, tener una retroalimentación de nuestro trabajo, resultados y productividad. Nos permite conocer al otro, sus intereses, opiniones, necesidades, experiencias y motivaciones, lo que, en definitiva, conduce a una relación más fluida, positiva y rica.
Sin embargo, nuestra sociedad bulliciosa y ajetreada, llena de ruidos y distracciones, donde todo es prioritario y urgente, y el trabajo es para ayer, no favorece para nada la verdadera escucha. En numerosas ocasiones, podemos contrastar como se interrumpe constantemente al ponente/hablante, como nuestros interlocutores están distraídos consultando el móvil, las redes sociales o la mensajería instantánea, mostrándose impacientes o en una actitud corporal pasiva. Muchos, tras dos minutos o tres, ya han desconectado y están pensando en las musarañas, en sus planes y preocupaciones, en las tareas que todavía tienen que realizar a lo largo del día, en una y mil cosas…
¿Cómo escuchar activamente?
Mantén silencio. Deja de hablar. Así de sencillo, debes prestar atención a lo que los demás te están diciendo. Escucha en silencio y con atención, evita interrumpirles, no respondas demasiado rápido y asegúrate de que tus argumentos y respuestas tengan en cuenta lo que te acaban de decir, sus ideas, argumentos y preocupaciones.
Elimina y evita las distracciones y los ruidos. No es el momento de la multitarea. No consultes el móvil, el correo electrónico, la mensajería o las redes sociales. Tampoco de ver la televisión, jugar a tus videojuegos o leer el periódico. Escoge un lugar adecuado para la comunicación donde se pueda hablar cómodamente en un ambiente sin ruidos, distracciones e interrupciones.
Si quieres decir algo importante y la otra persona está, por ejemplo, viendo la televisión o leyendo el periódico haciendo como que te escucha, deja de hablar inmediatamente. Pídele que deje de hacer lo que está haciendo para escucharte, busca otro momento más oportuno donde esté realmente disponible o con mejor actitud o, simplemente, renuncia a comunicarle cosas importantes y busca a otra persona. ¡Tú lo vales!, te mereces que alguien preste atención a lo que tienes que decir o, si esto no es posible, ¡simplemente no digas nada!
Se empático. La escucha activa es una parte esencial de la empatía. Escucha poniéndote en la piel del otro, intentado comprender su punto de vista, preocupaciones, necesidades, su historia personal, circunstancias y decisiones.
No juzgues ni critiques. Olvida tus ideas previas, tus suposiciones y prejuicios preconcebidos. Muerde tu lengua, no es el momento de realizar juicios, de ser criticones o negativos, de discutir.
Coméntale que te parece interesante lo que te está contando; quizás, incluso, que te alegras que tenga suficiente confianza contigo para compartirlo: “Me alegro un montón que me cuentes esto porque…”, “Ahora que me lo dices, yo quería conocer tu opinión al respecto.” Demuéstrale que realmente quieres saber lo que piensa, anímale a continuar: “¡Soy todo oídos!”, “Y entonces, ¿qué pasó?”. Pregúntale las cosas que no te queden claras, en las que tienes dudas ("¿Podrías explicarme mejor que quieres decir con…?"), en las que necesitas más información para comprenderle mejor. Además, puedes ofrecerle un pequeño resumen de lo que te ha dicho para mostrar que “te has quedado con la copla” (parafrasearlo) y asegurarte de que lo has comprendido perfectamente ("¿Es esto lo que realmente piensas o me estabas diciendo?).
No tengas prisa. Se paciente, no le interrumpas. Escuchar es donar tu tiempo gratuitamente, dedicar toda tu atención al otro, darle la oportunidad de expresarse y sentirse escuchado. Escucha con atención y paciencia lo que te dicen. ¿Cómo podemos construir una relación significativa si no somos capaces de dedicarle el tiempo necesario? ¿Cómo quieres ser un buen padre, marido o amigo si no tienes tiempo para escuchar a tus hijos, pareja y amigos, sus deseos y aspiraciones, sus progresos, dudas, problemas e inquietudes?
Después de escuchar activamente, expresa tus opiniones si es pertinente. En otras palabras, muchas veces no necesitamos o, más aún, no es conveniente e, incluso, contraproducente comunicar nuestras ideas y opiniones relativas a lo que nos han contado; otras, en cambio, sí. Algunas personas solo necesitan o quieren sentirse escuchados, comprendidos y nada más, todo lo demás les sobra.
Si quieres expresar tus ideas, puntos de vista y opiniones, considera que: