Paciencia.

Todo llega para el que sabe esperar, Henry Longfellow Wadsworth.

El que tiene paciencia, tendrá lo que quiera, Benjamin Franklin.

El diálogo verdadero y profundo es difícil. Requiere sinceridad, integridad, tiempo y que todas las partes involucradas escuchen activamente, respeten y den la debida consideración a las diferentes ideas, perspectivas y puntos de vistas de los demás.

El paso del tiempo nos permite identificar las diferencias (creencias, valores, metas, etc.), encontrar puntos de encuentro, romper muros y construir puentes de comprensión y buena voluntad y, finalmente, desarrollar relaciones más profundas y significativas basadas en el conocimiento, comprensión, empatía y amor.

Da tiempo al tiempo. Necesitas tiempo para que la relación madure, para escuchar activamente, es decir, escuchar más y hablar menos, para conocer verdaderamente a una persona no solo en su faceta más amable sino también cuando está cansado, enfermo, en épocas bajas, de desánimo, etc. El Tú como el Yo se configura en multitud de momentos y circunstancias; en algunos somos todo alegría, felicidad y humor, la vida nos sonríe y nos parece de color rosa; en otros, más que vivir resistimos el chaparrón, no nos aguantamos ni a nosotros mismos, días malos del “mírame pero no me toques”, “hoy más que hablar, muerdo”.

Somos el producto de nuestras experiencias y decisiones, pero también lo somos de muchos momentos. Algunos son inolvidables y aún otros, desearíamos poder olvidarlos. Algunos momentos no tienen precio, algunos son interesantes, otros son simplemente aburridos, insípidos y frustrantes. Es por eso que necesitamos tiempo y paciencia para conocer la realidad, que es el verdadero tú, sin mentiras descaradas, apariencias pretenciosas o máscaras interesadas. El verdadero yo se revela sin pudor en este largo viaje, pasito a pasito, pavimentado con palabras, hechos, buenas intenciones, luchas, promesas y acciones, al que llamamos vida.

Observa la diferencia de dedicar tiempo para conocer a nuestra pareja y para hablar, dialogar y negociar las grandes líneas maestras de la relación (dinero, hijos, espacio, matrimonio o familia), con dejar pasar los conflictos (técnica del avestruz), evitar los temas sensibles, potencialmente divisivos y negar la realidad. Con estas tácticas solo se consigue enquistar los problemas, empobrecer la relación y ponerla en peligro innecesariamente. Esto es, sin lugar a dudas, un mal síntoma.

Cuando se trata de la pérdida de un ser querido, hay que darse tiempo para el duelo, esperar a que escampe en nuestros corazones y podamos integrar el trauma. Sin embargo, en el caso de los conflictos en las parejas hay que afrontarlos y manejarlos de manera positiva y constructiva. Es importante ser asertivo pero no agresivo, pasivo ni manipulador. Mantén la calma, actúa con sabiduría, madurez y delicadeza cuando trates con problemas, conflictos y situaciones estresantes.

También necesitáis tiempo para estar juntos haciendo cosas que os gusten a ambos, actividades divertidas y agradables que os brinden placer, energía, satisfacción y felicidad. Cread tiempos y espacios para hablar de todo y de nada en particular, de lo importante, extraordinario y sublime, lo cotidiano, insignificante y mundano e, incluso, lo absurdo y estúpido. Buscad tiempo para tener intimidad y sexo con vuestra pareja, no importa lo ocupados y cansados que estéis.

¿Cómo resolver los conflictos? Se humilde y comprende que todos cometemos errores. Se un poco introspectivo y auto-crítico, piensa cómo has podido contribuir al problema, acepta tu responsabilidad y pide disculpas si es necesario. No culpabilices a tu compañero/a sino, más bien, expresa cómo te sientes. Escucha activamente, comparte la responsabilidad, pero tampoco olvides ser asertivo para expresar tus ideas, inquietudes y opiniones libremente. Ambos necesitáis dialogar y ser capaces de negociar y comprometerse para adoptar medidas eficaces y concretas para superar los problemas y diferencias.