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El efecto candelero.

No te preocuparías tanto por lo que los demás piensen de ti si supieras que rara vez lo hacen, Eleanor Roosevelt.

El efecto candelero es la tendencia egocéntrica a sobreestimar la atención que los demás nos prestan; así pensamos que todos están más pendientes de nuestra apariencia y comportamiento de lo que realmente están. ¡Cómo si nadie tuviera otra cosa mejor que hacer!

La mayoría estamos centrados en nosotros mismos. Ya sea por un triunfo personal o un contratiempo embarazoso, estamos, por lo general, muy enfocados en lo que nos está pasando, su importancia en nuestras vidas y cómo aparece a los demás […] La gente tiende a creer que más personas están pendientes de sus acciones y apariencia de lo que es realmente el caso. […] La gente creen ser el centro de la atención social, que brillan con más intensidad de lo que es la realidad,” Gilovich, T., Medvec, V. H., y Savitsky, K. (2000). The spotlight effect in social judgment: An egocentric bias in estimates of the salience of one’s own actions and appearance.

Realmente muchas veces nos creemos que somos el centro del universo. Soñamos que cuando hemos ofrecido un buen argumento en una discusión o charla, dado un pase de gol a lo Zinedine Zidane en un partido de fútbol del instituto, encestado dos canastas de tres puntos seguidas, vestido con un precioso y sugerente traje rojo que nos ha costado un riñón en una fiesta, realizado una buena aportación en un trabajo o proyecto, etc. los demás lo verán como magnífico, extraordinario y memorable, cuando la realidad es que nuestros esfuerzos pasan completamente desapercibidos o, si alcanzan a darse cuenta, son subestimados. Los demás, en realidad, piensan sobre nosotros y nos juzgan mucho menos de lo que creemos que lo hacen.

No te preocuparías tanto por lo que los demás piensan de ti si te dieras cuenta de lo poco que lo hacen

Afortunadamente, también sucede cuando metemos la pata, el impacto en nuestra “audiencia” es mucho menor del que creemos. Asumimos que la caída en la boda, las líneas que nos saltamos en el discurso inaugural, la pequeña mancha roja en nuestra blusa, el resbalón que nos impidió marcar el gol, etc. nos llenarán de oprobio y vergüenza para toda la vida, que serán completamente inolvidables y vagaremos con dicha pena de por vida. Y, sin embargo, en la mayoría de las ocasiones, también pasarán completamente desapercibidos o infravalorados.

A la luz de focos imaginarios, muchos de nosotros sufrimos una vergüenza incalculable y nos creamos vidas más pequeñas, débiles y menos alegres de las que nos merecemos. Aterrorizados de que los vecinos puedan cotillear, los críticos puedan burlarse, la carta de amor pueda caer en manos de blogueros sin escrúpulos, ni siquiera permitimos que nuestras mentes exploren lo que nuestros corazones pueden estar llamándonos a hacer. Estos esfuerzos para evitar la vergüenza a menudo nos impiden imaginar y mucho más llegar a alcanzar lo que es nuestro verdadero destino, Martha Beck, Oprah.com

Dos corolarios del efecto candelero son:

  1. El sesgo egocéntrico “yo como objetivo o centro.” Nos creemos ser el blanco de las acciones de los demás, los principales protagonistas de situaciones donde no está claro o definido quien será o es el principal actor. Algunos ejemplos son: “No quiero asistir a clase porque me va a preguntar a mí y hoy no me lo he estudiado”; “Los chicos de la fila última no paran de reírse y burlarse de mi porque parezco un fantoche con esta camisa o, al menos, así me lo parece.”
  2. La transparencia ilusoria. Este último efecto se refiere a que sobreestimamos la extensión en que nuestros pensamientos, sentimientos, sensaciones y emociones son visibles, aparentes y reconocibles por los demás. “Un invitado a una cena puede sentir que su pérdida de apetito/desagrado por la comida de su anfitrión es más aparente que lo que realmente es; un admirador secreto puede creer que su enamoramiento por una colega es más evidente que es, en realidad, el caso”, The Illusion of Transparency: Biased Assessments of Others’ Ability to Read One’s Emotional States, Gilovich, T., Medvec, V. H., y Savitsky, K. (1998).

Aunque, en algunas ocasiones, ciertos estados emocionales pueden ser reconocidos por algunas personas; en la mayoría, nuestro estado interno, emociones, sentimientos, etc. permanecen ocultos y desconocidos para los demás. ¿Por qué? Pues básicamente porque nadie puede leer nuestra mente. Además, están pendientes de otras cosas, problemas, preocupaciones y personas, sobre todo están centrados, como nosotros, en su propia apariencia, acciones y, por supuesto, en cómo los demás los verán.

¿Cómo limitar el efecto candelero y sus corolarios: yo como centro y la transparencia ilusoria?

Ahora es el momento de brillar. El momento en que nuestros sueños están a nuestro alcance y las posibilidades son inmensas. Ahora es el momento de que todos nos convirtamos en las personas que siempre hemos soñado ser. Este es tu mundo. Estás aquí. Tu importas. El mundo está esperando, Haley James Scott.

Si tu intervención en una reunión de trabajo o entrevista no es tan brillante o tan bien acogida como te hubiera gustado… ¡Pues tampoco pasa nada! En ambos casos, siempre podrás ajustar tu apariencia personal, lenguaje corporal, modo de actuar y estilo comunicativo para obtener mejores resultados. Todos cometemos errores, nadie es perfecto y la vida continúa. Esa es la vida, un camino lleno de baches y curvas, altos y bajos, en el cual debemos constantemente aprender de nuestros errores y modificar nuestra forma de actuar para crecer y tener éxito.

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