La importancia de las primeras impresiones.

No hay una segunda oportunidad para causar una primera buena impresión.

Tres chicas van a una entrevista de trabajo. El psicólogo del departamento de Recursos Humanos les presenta un test para seleccionar a la más adecuada para el puesto. La prueba consiste en una única pregunta: “¿Dónde está Egipto?” La primera responde que en África. La segunda chica contesta que en Asia o en África. Finalmente, la tercera comenta que una vez vio un precioso documental de National Geographics donde explicaron todo eso de las momias y las pirámides de Egipto, que le gustó mucho y está muy interesada en aprender más sobre Tutankamon.

Por supuesto, el psicólogo estudió con ahínco los resultados obtenidos. La primera ha demostrado que tiene grandes conocimientos de geografía, se ha manifestado como muy competente, dio la respuesta correcta y sin titubeos. La segunda chica muestra flexibilidad para adaptarse a las circunstancias y capacidad de integrar diferentes alternativas. La tercera se muestra interesada por el mundo que le rodea y muy motivada para aprender, crecer e integrarse en un equipo nuevo y emprendedor. Al cabo de tres días, el jefe tiene un encuentro con el psicólogo y le pregunta: “¿por qué seleccionaste a Marta (la tercera chica)?" “Muy sencillo”, le responde, “era la que tenía mejor delantera (ya se sabe, en caso de duda, la más tetuda) y unas piernas más bonitas”.

Dicen que una imagen vale más que mil palabras, así sucede también en la primera vez que nos encontramos y conocemos a una persona. Hacemos un análisis y juicio inicial a través de nuestros sentidos, ojos, nariz y oídos principalmente, que configura lo que denominamos primeras impresiones. Estos pensamientos y esquemas mentales son muy importantes, entre otras razones, porque son duraderos en virtud de varios procesos: eliminación o supresión de información discordante (el ser humano detesta la información que no está en consonancia con sus pensamientos e ideas), así como, la distorsión de dicha información discrepante, es decir, se moldea para que se ajuste e integre adecuadamente con nuestros esquemas previos.

Así, las personas etiquetamos rápidamente a las personas en base a su apariencia física y características como el sexo, edad, origen étnico, atractivo físico, nivel socioeconómico, orientación sexual, etc. A partir de este momento, las etiquetas y esquemas mentales asignadas a una persona condicionan cómo actuamos e interaccionamos con ella.

El atractivo físico y la buena presencia son muy importantes. El dicho de lo bello es bueno es una profecía auto-cumplida, es decir, las personas “guapas” cuentan con muchas ventajas: obtienen mejores rendimientos académicos, les resulta más sencillo encontrar un buen trabajo, ganan más dinero y tienen mejores condiciones laborales, tienen más posibilidades de casarse, mantener relaciones estables y tener éxito en el trabajo, el amor y con el dinero.

Este fenómeno se denomina efecto Pigmalión y tiene su origen en la leyenda de Pigmalión y de Galatea relatada por el genial Ovidio en su obra Metamorfosis. Pigmalión era un rey que buscaba pero no encontraba la mujer de sus sueños: “Pigmalión ofendido por los vicios que numerosos a la mente femínea la naturaleza dio, célibe de esposa vivía y de una consorte de su lecho por largo tiempo carecía.” Ni corto ni perezoso decidió crear una escultura de mujer: “Entre tanto, níveo, con arte felizmente milagroso, esculpió un marfil, y una forma le dio con la que ninguna mujer nacer puede, y de su obra concibió él amor”. Pigmalión soñó que la estatua Galatea cobraba vida y le fue concedido su deseo por la diosa Afrodita. A partir de esta profecía auto-cumplida de Pigmalión, surge el efecto que lleva su nombre.

Un experimento clásico y muy revelador fue realizado en 1968 por Rosenthal y Jacobson. Se realizó un test de inteligencia a todos los alumnos y se creó una lista de estudiantes aventajados. Meses después dichos alumnos confirmaron las expectativas, es decir, obtuvieron mejores resultados académicos y, repetido el test de inteligencia, mejoraron significativamente sus resultados respecto a los demás alumnos. Sin embargo y, aquí está la clave, la lista no se creó a partir del test inicial sino utilizando pura y simplemente el azar.

¿Cómo es posible tal disparate? Sencillamente, las expectativas favorables o desfavorables de los docentes respecto a sus alumnos producen un efecto muy significativo en su rendimiento académico. Las personas tendemos a cumplir nuestras profecías, a hacerlas realidad. En el ejemplo del experimento, los docentes pueden mejorar el ambiente de una clase, crear lecciones y materiales que sean más atractivos y significativos para los estudiantes, proporcionar mayor atención e interés a ciertos alumnos, dotarles de diferentes recursos, aconsejarles y proporcionarles una mayor retroalimentación en su proceso de enseñanza-aprendizaje, etc. Por otra parte, los estudiantes considerados mejores o más dotados tienen más probabilidades de estar altamente motivados y, en consecuencia, tener más éxito académico.

En el terreno económico tanto las burbujas (no están muy lejos las burbujas inmobiliarias de España y EEUU al grito del ladrillo nunca baja) o los pinchazos y pánicos que los suceden (las grandes depresiones de 1929 y 2008) demuestran que cuando muchas personas creen que se producirá un fenómeno, este sucede, en este caso el valor de la vivienda crece. Tanto las euforias del boom de la burbuja como los miedos y pánicos del pinchazo posterior son ambos irracionales pero no dejan de cumplirse durante muchos años por ser profecías auto-cumplidas de todos los agentes implicados.

¿Cuál es la moraleja? Es muy importante animar, elogiar y confiar en nuestros hijos, familiares, subordinados y amigos, y en sus capacidades y potencialidades. De esta manera, les ayudamos a construir y aumentar su autoestima y confianza, les motivamos para conseguir sus objetivos y metas.

También considera que debes rodearte de personas positivas. Si las personas que comparten la vida contigo son negativas y pesimistas (“todo es una mierda”, “todos son unos capullos e hijos de puta”, “no hay nada que hacer”), no te valoran a ti, ni a tus ideas, opiniones o acciones; si, además, tienen bajas expectativas sobre ti, tus proyectos o carrera académica o profesional y constantemente te invitan a la resignación porque “las cosas son como son” o te critican, solo obtendrás resultados mediocres. Drenarán tu energía, te arrastrarán a su nivel y nunca te ayudarán a tener éxito o crecer en tu carrera ni en tu vida.

¿Qué debes hacer? Deja marchar a los negativos y derrotistas de tu vida, pero hazlo con amor y tacto.

Por el contrario, las personas positivas te ayudan a pensar en positivo, te dan alas para crecer, aprender y mejorar. Estas personas incrementan significativamente tus posibilidades de éxito.

Más importante aún, asegúrate de tener una buena autoestima, confía en tus posibilidades y capacidad de crecer y superarte. Haz de tus metas profecías auto-cumplidas, como dijo Henry Ford: “Tanto si piensas que puedes, como si piensas que no puedes, estás en lo cierto.”