Habla cuando estés enfadado y harás el mejor discurso que siempre lamentarás, Ambrose Bierce.
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Contén tu ira. Si estás enfadado hasta el punto que no te controlas:
- Párate, no hagas nada en caliente porque no puedes pensar con claridad. Actúa solo cuando puedas controlarte y estés sereno. Cálmate y domina tus emociones respirando profundo. Cuenta hasta diez, respira profundo y vuelve a empezar. Si no puedes controlar tus emociones, márchate y espera un mejor momento para retomar la conversación de manera tranquila, cuando tengas tiempo para escuchar con más atención y encontrar el argumento más convincente para responder.
- La ira es locura el tiempo que dura y termina en vergüenza y arrepentimiento. Seneca dirá que “contra la ira, dilación y que, si no es refrenada, es frecuentemente más dañina para nosotros que la injuria que la provoca.”
- Cuando estés más tranquilo y la adrenalina comience a bajar, asegúrate de, antes de hablar y actuar, responder a las siguientes preguntas: ¿Estoy lo suficientemente relajado para tomar una decisión acertada? ¿La respuesta o acción que estoy considerando puede volverse contra mí?, ¿Estoy realmente viendo los hechos objetivamente tal como sucedieron? ¿Lo que voy a hacer realmente soluciona, palia el problema o, sinceramente, lo empeora? ¿Estoy considerando la perspectiva, sentimientos, necesidades y realidad de la otra parte?
- Actúa centrándote en soluciones y en el futuro; al pasado, tierra. Considera que no te servirá de nada buscar culpables, echar en cara y reprochar a la persona sus acciones, peor aún si dices o insinúas que lo sucedido es por su forma de ser, por su carácter. Evita juzgar y si criticas, critica las acciones, no las personas (“Eso no fue lo correcto” versus “Realmente eres una mal bicho/egoísta/irresponsable”). Evita la crítica destructiva y personal.
Este tipo de crítica personal y destructiva conduce a baja autoestima, sentimientos negativos de frustración, ira y resentimiento, conseguirás posicionar a la otra persona en una actitud negativa y defensiva hacia cualquier solución o intento de progreso, enquistándose así el problema en discusiones eternas, sin salida. Reflexiona pragmática y objetivamente sobre los hechos y propón ideas y soluciones para avanzar: “¿Cómo podemos resolver este conflicto?” “¿Qué podemos hacer ambos para mejorar la situación?”
- Si metiste la pata, pide sinceramente perdón, aprende con humildad de tus errores y sigue hacia adelante. No te preocupes demasiado, “nadie nace aprendido.”
- Normalmente en crisis y conflictos trata de resolver la situación en persona, cara a cara. No es el momento de utilizar el correo electrónico o mensajes. Sin embargo, si no tienes más remedio y precisas emplearlos sigue la regla 2. Aunque lo puedes redactar en cualquier momento, mientras estés en caliente, no lo envíes. Espera al día siguiente o a otro momento donde estés más tranquilo y relajado, y puedas pensar con claridad para releerlo, corregirlo y enviarlo.
- Si la persona es muy problemática y difícil, no atiende a razones y solo te queda la confrontación pues ya lo has intentado en numerosas ocasiones y estás seguro que no hay nada que hacer, que digas lo que digas y lo digas como lo digas lo único que vas a conseguir es otro enfrentamiento más, que la relación contigo está completamente deteriorada, que es una persona muy conflictiva que ha tenido ya muchos problemas con otras personas que te precedieron, etc. Entonces, sabes que si hablas vas irremediablemente a la guerra, considera en estas circunstancias lo siguiente:
La pregunta que precisas responder es: ¿Puedes ganar la guerra? ¿El resto de amigos, familiares y compañeros te van a apoyar o, por el contrario, él tiene la sartén por el mango, por ejemplo, porque es el jefe, el director o alguien con mayor peso, dinero, experiencia o prestigio que tú?
Si la respuesta es que no, que no puedes ganar la guerra, que si te enfrentas a esa persona, aún cuando tienes razón y sabes que se ha comportado con malicia, irresponsabilidad, sin profesionalidad ni educación, etc. vas a perder y salir escamondado entonces, simplemente querido amigo, no te metas en ella. Sigue el sabio principio de “dos no se pelean, si uno no quiere”, rehuye a la persona, la confrontación, déjalo ir, intenta seguir hacia adelante, vive y trabaja manteniendo la máxima distancia con él o ella.
Si puedes ganarla, busca el lugar adecuado, el momento oportuno y expón tus quejas relajadamente, con calma, respeto y asertividad, proponiendo soluciones o estrategias para avanzar.
Aunque tengas razón, salgas victorioso y todo el mundo te apoye, no hurgues en la herida ni hagas leña sobre el árbol caído, no le remates. Quizás, si mantienes una actitud correcta y positiva en todo momento, sin dejar de ser asertivo, puedas conseguir que esa persona rectifique y cambie su actitud y conducta; entonces y solo entonces habrás conseguido todos tus objetivos porque habrás ganado, a lo mejor, un aliado.