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Anonimato y desindividualización.

“La inteligencia de esa criatura conocida como multitud es la raíz cuadrada del número de personas que la componen, Terry Pratchett, Jingo

Los hombres, siempre se ha dicho, piensan en manada; se ve que también enloquecen en manada, mientras que solo recuperan el sentido poco a poco, uno tras otro, Charles MacKay

Mato macacos por Dios, escrito en el casco de un soldado americano en Vietnam.

Tradicionalmente, la desindividualización se ha asociado al comportamiento de masas. Se produce en situaciones en las que el anonimato, el grupo y la autoconciencia individual reducida llevan a las personas a mostrar comportamientos desinhibidos, violentos, anti-normativos, criminales e irracionales. Algunos ejemplos son: el Klu Klux Klan, los nazis, el genocidio de Ruanda, masas realizando linchamientos, etc.

Así, Gustave Le Bon, en su libro The Crowd (1895), describió a la multitud con características como “impulsividad, irritabilidad, incapacidad de razonar, ausencia de juicio y espíritu crítico, exageración de sentimientos, entre otros, rasgos que pertenecen a las formas inferiores de la evolución como las mujeres, los salvajes y los niños”. Ni que decir tiene que la última sentencia es un magnífico ejemplo de cómo la literatura nos adoctrina y perpetua el prejuicio.

La multitud

La multitud

Básicamente, la desindividualización es una pérdida de la individualidad o del sentido del “yo”, a través de la inmersión del propio individuo en la “masa”. Las distintas personalidades quedan enmascaradas y ocultadas en la muchedumbre lo que provoca e incrementa las conductas violentas y anti-normativas que en cualquier otro caso se hubieran inhibido. No hay control cognitivo, solo personas comportándose intensa e impulsivamente. En otras palabras, el colectivo o la masa se vuelve tan poderoso que puede transformar a casi cualquiera sin importar sus características personales o valores.

La presencia de un gran número de personas difumina la responsabilidad entre los miembros del grupo. La atención se vuelca hacia el exterior, fuera de la persona. Conduce a una mentalidad de masa, es decir, cuando el grupo actúa como una unidad y a nadie parece importarle o estar pensando en las consecuencias de sus acciones. Las personas hacen juntos lo que jamás harían solos. La gente se vuelve más irracional e impulsiva y así tienen más probabilidades de llevar a cabo acciones agresivas y violentas.

Existen una serie de factores que llevan a los individuos a la pérdida del yo, a saber: consumo de alcohol y drogas, anonimato (por ejemplo, las multitudes que se forman en la noche bajo el amparo de la oscuridad o en un servicio de intercambio de archivos), difusión de la responsabilidad individual, excitación (un discurso conmovedor, un concierto apoteósico y vibrante, etc.), sobrecarga sensorial (nuestros sentidos están desbordados y no pueden procesar nada en ese momento, por ejemplo, cuando estamos rodeados de demasiado ruido o expuestos a muchos estímulos visuales), situaciones nuevas, desectructuradas e impredecibles, el grupo (que restringe la autonomía, el intelecto y la auto-regulación de los individuos), el número de personas que lo forman, etc.

Autores más recientes argumentan que estos individuos no muestran conductas anti-normativas, clásicamente definidas como la transgresión de las normas sociales generales: respeto a la legalidad vigente, tolerancia, convivencia pacífica, sentido general del pudor, etc. Piensan que, en realidad, sucede todo lo contrario, las personas se identifican con el grupo y que la desindividualización es la asimilación del grupo por parte del individuo, es la transición de una identidad personal a otra social o colectiva. En esta nueva identidad, la conducta “desinhibida” y “anti-normativa” lo puede ser desde fuera; dentro de la masa o grupo, la conducta exhibida es completamente normativa y racional. Es decir, se producen conductas en consonancia a las normas grupales y a una situación específica que pueden ser, por supuesto, muy diferentes a un modo de conducta acorde a las normas sociales generales.

Los contextos de comunicación virtual en Internet, con la posibilidad de anonimato que nos brindan, pueden contribuir a una menor diferenciación interpersonal (del yo) y a una mayor “saliencia” de la identidad grupal, lo que puede conducir a ciertas personas a asumir esta mentalidad de grupo o masa. Quiero señalar dos ideas:

La privacidad ha muerto, acéptalo

La privacidad ha muerto, acéptalo

El mal triunfa cuando los hombres buenos no hacen nada

El mal triunfa cuando los hombres buenos no hacen nada

El “mal triunfa cuando los hombres buenos no hacen nada” y es así necesario la determinación heroica de hombres y mujeres, la buena voluntad, el trabajo y el sacrificio para vencerlo, para lograr el bien común.

Un caso paradigmático sucedió a Kitty Genovese que fue apuñalada en 1964 por un violador y asesino en serie. Cuando atrajo la atención de un vecino, el criminal la abandonó para volver más tarde y “rematarla”. Numerosos testigos observaron o escucharon el suceso (algunos cifran el número en treinta y ocho) sin intervenir o avisar a las autoridades.

Esto se denomina en Psicología como el efecto espectador y se da porque el grupo diluye la responsabilidad del sujeto, cada individuo piensa que su intervención no será necesaria pues otros actuarán (por ejemplo, familiares y amigos), incluso se alega que habrá personas más preparadas y cualificadas (personal sanitario, militar o de orden público). Es más probable que esto ocurra bajo condiciones de anonimato.

Muchas veces las personas no participan porque temen a las posibles consecuencias o represalias, a salir escamondadas de la trifulca. Ciertamente es una posibilidad; por ejemplo, el vagabundo Hugo Alfredo, que vivía en New York, al salvar a una mujer fue apuñalado y murió desangrado en la cera inmóvil sobre un charco de sangre mientras docenas de viandantes pasaron por su lado, durante casi una hora y media, si tan siquiera realizar el más mínimo esfuerzo por ayudarle o llamar a la policía. ¡En el colmo de la deshumanización, un ciudadano con la cámara de su móvil le sacó varias fotografías, tras las cuales se marchó!, HuffPost New York, Diciembre 13, 2013.

Sin embargo, en otras ocasiones, ni tan siquiera se produce este problema de amenaza hacia nuestra integridad personal. Es el caso de la niña china de dos años Yue Yue que fue dejada sola en una carretera en Foshan al sur de la provincia de Guandong. Un vehículo atropelló a la niña que quedó tendida en el suelo desangrándose, ante la mirada pasiva e indolente de dieciocho personas caminando a pie o circulando en bicicleta, hasta que un segundo camión volvió a atropellarla para morir más tarde en el hospital, MailOnline, 20 Octubre 2011.

Hay que considerar que en nuestra civilización donde todo está tan fiscalizado y poner un pleito es bien barato, muchos temen que si se comprometen a ofrecer ayuda, si lo hacen torpemente, cometen errores y causan problemas adicionales, podrán ser demandados ante un tribunal y ser considerados responsables de daños y perjuicios. La judicialización de nuestras vidas ha convertido a muchas personas en hombres y mujeres temerosos y con corazones de piedra. ¡Triste paradoja, la ley impuesta para protegernos consigue asustar y ahuyentar a los buenos samaritanos que podrían asistirnos cuando más lo necesitamos!

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