El crecimiento espiritual es complicado, engañoso, difícil de mantener y está lleno de trampas. Es el proceso dinámico y desafiante de crecer y madurar en nuestro conocimiento y relación con nuestro Señor y Salvador, Jesucristo, el camino, la verdad y la vida. Debe reflejarse en nuestras obras y acciones a medida que vivimos más para Dios y para los demás, y menos para nosotros mismos.
Se puede lograr imitando la vida o la conducta de personas buenas, sencillas, piadosas y con un corazón enorme; orando, meditando y estudiando la Palabra del Dios vivo; ayunando; asistiendo a servicios religiosos, servicios interreligiosos y actividades parroquiales; desarrollando sentimientos de empatía, compasión, tolerancia, respeto, generosidad y solidaridad; alabando y glorificando a Dios por las muchas bendiciones que nos da y nos ha dado y agradeciendo de corazón a quienes nos ayudan y apoyan; donando, ofreciéndose como voluntario y compartiendo nuestros talentos por el bien de los demás; simplificando nuestra vida, viviendo un estilo de vida más minimalista y auténtico, y centrándonos en lo que realmente importa, lo que nos ayuda a vivir una vida más plena y significativa.
La oración esla experiencia del encuentro con el Dios vivo. Es estar en Su presencia. Es nuestra forma de comunicarle nuestros pensamientos, necesidades y deseos. Sin embargo, no es solo hablar con Dios sino, más bien, escucharlo a través de su Palabra.
Y al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo, Mateo 6, 7-8.
La oración tiene cinco partes principales, a saber:
Abrimos la oración dirigiéndonos a Dios Padre, nuestro Creador, a quien Jesús reveló como nuestro Padre o papa (“Abba”), rico en amor y misericordia, porque es a Él a quien oramos.
Alabamos y glorificamos a Dios: Alabado sea el Señor y su santo nombre, Santificado sea tu nombre, porque Dios es bueno, santo, lleno de misericordia y amor, y nos provee de todo lo que necesitamos.
“¡Dad gracias a Yahveh, porque es bueno, porque es eterno su amor!”, Sal. 118:1.
“Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna,” Jn. 3:16.
La adoración es el acto de adorar, alabar y honrar a Dios.
Arrepentimiento. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Es el momento de reevaluar nuestras vidas sincera y humildemente, arrepentirnos de nuestros pecados, pedirle perdón de todo corazón y acercarnos a Él.
Desde entonces comenzó Jesús a predicar: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos está cerca,” Mt. 4:17.
Pedirle ayuda. Danos hoy nuestro pan de cada día; líbranos del mal. Jesus nos invita en el Padrenuestro a pedir al Padre por nuestras necesidades, deseos y las necesidades de los demás.
Pedid, y se os dará; buscad, y encontraréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre, Mat. 7:7-8.
Pues, si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan! Luc. 11:13.
Sometimiento a la voluntad divina. Venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad. Es el momento de obedecer a Dios. Orar es abandonar nuestro pasado, el viejo “yo”, todo el dolor, la tristeza, la ira, la amargura, las desilusiones y cualquier cosa que agobie y ofusque tu alma, confiar completamente en el Señor y dejar que Dios se haga cargo, tome el control y las riendas, y renueve tu vida.
Someteos, pues, a Dios; resistid al Diablo y él huirá de vosotros, Santiago 4:7.
Confía en Yahveh de todo corazón y no te apoyes en tu propia inteligencia; reconócele en todos tus caminos y él enderezará tus sendas, Proverbios 3:5-6.
Quédense quietos (¡Silencio! o Ríndanse), sabed que yo soy Dios. ¡Yo seré exaltado entre las naciones! ¡Yo seré enaltecido en la tierra!, Salmo 46:10.
Estad siempre alegres. Orad constantemente. En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros, 1 Tes. 5:16-17.
Dios escucha tus oraciones sin importar cuándo o dónde estés orando. Establece un tiempo especial para la oración y la reflexión cada día, un tiempo para centrarte en conocer a Dios íntimamente, para reflexionar sobre tu relación con nuestro Creador y Señor. Idealmente, la oración debe ser un momento privado entre Dios y el adorador, por ejemplo, en tu dormitorio con la puerta cerrada.
Te ayuda a eliminar pensamientos no deseados y repetitivos, a dejar de preocuparte, a despejar tu mente y liberar el estrés. Es una forma de encontrar la paz interior y la tranquilidad, y acercarte a Dios.
Ningún hombre ha podido domar la lengua. Es un mal inquieto (turbulento), lleno de veneno mortal, Santiago 3:8.
Mi alma encuentra descanso solo en Dios; de él viene mi salvación; solo él es mi roca y mi salvación; él es mi fortaleza, no he de vacilar, Salmo 62:1.
Cuando las palabras son muchas, no falta el pecado, pero el que se calla (reprime sus labios) es sensato, Proverbios 10:19.
Comienza tu tiempo de oración con unos minutos de silencio para serenar tu corazón y tu mente. Busca la presencia de Dios para que puedas recibir su mensaje de vida, sabiduría y verdad. Siéntate tranquilo y respira lenta y naturalmente. Se consciente de la presencia de Dios. Sé diligente para escuchar, lento para hablar.
Asegúrate de comprender el texto en su significado y traducción originales, y en la fe y tradición de la iglesia. Evita sacarlas fuera de contexto al interpretarlas.